Consejos para reconectar con tu hijo adolescente
Notar una desconexión con tu hijo o hija a lo largo de la vida es algo que, aunque puede causar frustración y desasosiego, es normal que ocurra, especialmente durante la adolescencia.
Es en esta etapa cuando ocurren ciertos cambios físicos y psicológicos que pueden llevar a esta falta de entendimiento con el resto de los miembros de la familia. Por eso, a pesar de lo que puedas creer, es posible revertir esta situación de una forma sencilla, pero que hay que trabajar en el tiempo, y siempre en equipo. Ármate de paciencia y pon atención a estos consejos sobre cómo reconectar con tu hijo adolescente que hoy, en el blog de Gynea, mujer sin filtros, te comentamos.
¿Qué es la adolescencia?
Vamos a poner un poco de contexto sobre qué es y qué cambios ocurren durante esta etapa.
La adolescencia es una fase de transición entre estadios, del infantil al adulto. Una etapa en la que cada persona construye su identidad definitiva. Esto supone un trabajo mental gradual, lento y lleno de dificultades que hacen de la adolescencia una etapa complicada de llevar para la mayoría de las personas.
Además de los cambios físicos y neuroendocrinos que experimenta el cuerpo (crecimiento físico, caracteres sexuales, capacidad reproductiva, etc.), cambia también su ubicación social, la manera en que se aborda la resolución de problemas y aparece la necesidad de responder a preguntas de carácter existencial como ‘quién soy’.
¿Qué ocurre cuando tu hijo o hija llega a la adolescencia?
Seguramente hayas sentido que hay una distancia emocional que os separa, que hace más caso de lo que le dicen los demás a lo que le dices tú, o que simplemente no te cuenta lo que le ocurre.
No entender lo que les ocurre en muchos casos desemboca en tristeza. Como adultos responsables de su bienestar y del nuestro propio es clave entender, apoyar y ayudar a deshacer esos nudos que se han creado.
¿Qué podemos hacer para reconectar con nuestro hijo adolescente?
– Deja un poco de margen para que busque su propia solución al problema, para que sepa que estamos a su lado sin agobiarle y que sepa que su parcela de intimidad es tan importante para nosotros, como la nuestra propia.
La confianza es saber que, a pesar de no estar enterados de todo lo que hace, tomará la decisión correcta, y si se equivoca o necesita tu ayuda, estarás allí para él o ella.
– Gánate su respeto, háblale como lo harías con cualquier otra persona, explicando todo lo que necesita saber, escuchando todo lo que tiene que decir y, sobre todo, sin entrar en descalificativos y con buenas maneras, aunque la situación se tense.
– No le des las soluciones, muéstrale cuál podría ser el camino para encontrarla. Dar un consejo sin que te lo pidan tiene el peligro de volverse contra ti, y más en adolescentes.
Pregúntale cómo haría para solucionar el problema, qué otras opciones podría haber si esa solución no es la correcta y qué consecuencias podría tener. Hacerle llegar de manera positiva a su propia respuesta le acercará a ti.
– Interésate por sus intereses, pregúntale con tacto sobre todo aquello que crees que le puede interesar. Si lo haces de forma estratégica, con sutileza, se relajará y se abrirá más fácilmente.
Recuerda que la información que te da sirve para conocerle más a fondo, no para recriminarle luego sus errores. Escucha todo lo que quiera contarte. Si sabes escuchar contará contigo cuando necesite desahogarse o busque consejo.
– Haz más planes juntos, buscar intereses comunes, ten una ‘experiencia inmersiva’ en su mundo. Simplemente, compartir momentos conscientes, desde una cena solos a un día en playa, salir en bici, etc. Es importante que el plan o la actividad os apetezca a ambos, que no sea una obligación.
– No infravalores o menosprecies sus sentimientos, puede que lo que para él o ella es un mundo, para ti sea un granito de arena, pero recuerda que cada problema es proporcional para el que lo vive, especialmente en esta etapa en la que está encontrándose y trabajando su autoestima.
Está en nuestra mano hacer que confíen en sí mismos, que aprendan de sus errores, que entiendan el mundo que les rodea y que compartan su universo con nosotros.
Es un camino largo y no siempre agradable, pero no dura para siempre. Cuando lleguen a la edad adulta, agradecerán todo lo que has hecho por ellos.
- Fuentes consultadas para este artículo: Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría y Psicothema, Universidad de Oviedo, entre otras.